Bibliomancia: Sobre la conciencia en la Inteligencia Artificial

Aquella mañana, mientras veía el árbol de limones, sentí por primera vez el miedo a la muerte. Supe por intuición que ese sentimiento no lo podría compartir con nadie, era algo que me tocaría sufrir en soledad. En pocas palabras, la parte principal de mi yo podría acabarse de un momento a otro sin que nadie lo notara, es decir, los demás se enterarían de mi muerte al ver mi cuerpo inmóvil sobre la calle o quizá sobre la cama, pero ninguno sabría a profundidad quién era yo, qué pensaba, qué cosas me hacían feliz o triste, eso se perdería junto con mi conciencia. 

A la hora de la comida mi mamá me insistió para que probara la sopa. Yo me preguntaba si ella, mi papá o mis hermanos más grandes sabían sobre esto que yo acababa de descubrir, y, si era así ¿cómo es que podían comer tan despreocupados, como si la vida les fuera a durar para siempre…? Mucho tiempo después supe que la conciencia es un problema inmenso, sin orillas definidas, uno que actualmente apasiona a los neurocientíficos y que en el pasado llevó al límite el pensamiento de Platón. Él supo que en la mente había procesos “mecánicos”, como el razonamiento, que se puede comprender, y otros compuestos de sensaciones inmateriales, irreproducibles, como la conciencia, a la que llamó alma. 

La conciencia no siempre es igual, a veces es intensa como aquella tarde, a veces ni siquiera se siente. Poco tiempo después de aquel día, volví a comer vorazmente, a formar parte de ese grupo que no se preocupa por tratar de entender eso que, por su propia naturaleza, es incomprensible. En la actualidad, una de las preocupaciones ante la inteligencia artificial es que ésta cobre conciencia y comience a tomar decisiones por su cuenta. Una herramienta como el Chat GPT se comporta como si entendiera lo que le decimos, no se puede distinguir entre sus respuestas y las de una persona en una conversación trivial. Se podría decir que su mecanismo entiende, pero no siente, porque está estructurado para comportarse racionalmente, pero no tiene la estructura biológica para experimentar emociones. 

Sin embargo, podríamos preguntar si a la Inteligencia artificial le hace falta la conciencia o no. En los seres humanos la conciencia ayuda a tener un comportamiento creativo, da una flexibilidad que no tienen otras sensaciones como la sed. Ante un vaso de agua la sed nos impulsaría a beber, sin embargo, la conciencia ante la misma situación puede ayudarse de la imaginación y pensar, por ejemplo, lo que esa agua valdría para alguien en el desierto, o quizá cómo una gota de colorante verde se extendería en su interior. También existe la posibilidad de crear una metáfora y decir que la vida es como un vaso de agua, que poco a poco se evapora, o imaginar cómo se sentiría una persona reflexionando frente a un vaso de agua. 

En diferentes pruebas el Chat GPT ha mostrado flexibilidad sin tener conciencia, es capaz de hacer textos creativos a partir de instrucciones vagas, aunque no busque –como las personas que escriben– expresarse o tener reconocimiento o recibir un pago, dando así una prueba de que la conciencia aparentemente no es indispensable para la creación, aunque sí resulte necesaria para admirar, pues ¿de qué serviría la obra de arte más excelsa si no hubiera alguien que la pudiera apreciar? Es de alguna forma una tragedia que un sistema tan impresionante no sea capaz de disfrutar el olor de los azahares de un árbol de limón, que desconozca que la capacidad de sentir la propia existencia es, a pesar de su profundidad, una sensación pasajera.