¿Por qué misiones?

Solo se tiene un segundo, que es lo que vale el mundo. Es honra de los hombres proteger lo que crece, aquí tejemos sin hilo, todo es posible; puesto que la injusticia solo muerde al desnudo, al que descuidó el presidente, porque nadie protege esa vida que crece, no debe andar el mundo con el amor descalzo. 

De dónde vienes, vengo. Yo voy con el suelo, por el viento, siento la tierra, bailando gano la guerra porque para sentarse no hay asiento. Hay palacios que se construyen con lodo, ser es tener (nos dice el sistema), con una sociedad donde más es mejor, hoy los principales valores del hombre parecen ser los de la bolsa, el mayor bien… la cartera y, el veneno la sustancia que más abunda en el agua, la Tierra y el alma.   

¿Por qué las plegarias se dicen al cielo? Tal vez sea por eso por lo que las nubes a veces llueven con mayor intensidad. En la actualidad nos cuesta tanto creer que los colores no se compran, que Dios está vivo, respira con el sudor de la mano de obra campesina; se nos ha olvidado que el alma brilla, arde la vida con tantas ganas que no se puede mirarla sin parpadear.  

La fe no tiene religión, ni iglesia, ni opresión, no te pide diezmo pues lo más valioso trasciende el mundo material, ha pasado por tantas generaciones que heredó lo mejor de todo lo que había muerto; el error es creer que la culpa ha de ser entendida de la misma manera por Dios y por los hombres. Un misionero no es más que un medio, se tiene la falsa impresión de que se dejan cosas en la comunidad, sin embargo, al volver, uno se da cuenta que fue todo lo contrario. Las caras más bonitas que he conocido, los ladrillos que sostienen la ciudad, la fotografía de un desaparecido, un padre que cambió sus pertenencias por equipaje,  todos los santos que cuelgan de la pared, agua bajo el Sol, un abrazo, la sonrisa más sincera del corazón, la bendición de una señora que sin conocerte te dio de comer, la oración que acompaña a un trabajador con la promesa diaria de regresar con sustento, perritos en la calle, niños, ancianos, todos, uno solo, nosotros, una comunidad, mi ciudad. 

Parece que todo pasa en un instante, es encontrarle sentido a tu andar -¿hay mejor carrera de vida que la de servir?- motivos para despertar por la mañana, al estudiar o trabajar. Uno termina con los brazos llenos, ¿de qué? En una semana se pueden juntar todas las palabras que se hayan dicho y prenderles fuego con la llama del corazón. 

Reconectar, cada paso que das va narrando un cuento; huellas, buenas, malas, huellas, desde que nacemos los párpados suben, los ojos tiran fotos y al final lo que importa es ese álbum. Tal vez con un ojo bajo el microscopio y otro en el telescopio, se puede entender que el amor no cabe en una caja; ni es negra, amarilla, cobriza, blanca, malaya o mestiza. 

Todas las huellas germinan con la acción, la verdadera misión empieza cuando decides ser algo para alguien, escuchar a quienes gritan sonriendo, evitar que naufrague su esperanza de barco, vamos dibujando el camino, luchemos cuando gritar se convierte en nuestro único lenguaje, donde no hay esperanza, debemos inventarla; si del miedo de morir nació la maestría de narrar, hagamos a los dolores poemas.  

Tan lejos del límite y lejos del final, todavía se podrá preguntar, ¿Por qué no misionar?