Ustedes son la sal de la tierra, la luz del mundo

Ustedes son la sal de la tierra, la luz del mundo

Mtro. Luis Alfonso González Valencia, S.J.

Foto: Sebastião Salgado

Una de las imágenes evangélicas más sencillas, no por ello menos cautivadoras, sobre la identidad de las y los discípulos de Jesús es ser la “sal” que necesita la tierra y la “luz” que le hace falta al mundo: “Ustedes son la sal de la tierra… Ustedes son la luz del mundo” (Mt 5, 13-14). Más allá de una adhesión a una determinada tradición religiosa, como lo es el cristianismo, me parece que esta invitación es a toda persona que crea que los seres humanos estamos llamados a transformar nuestro entorno, con sus luces y sombras, de tal manera que podamos escribir y reescribir nuestra historia como humanidad en un planeta en donde la apertura de diversas posibilidades haga emerger la belleza de la creación haciendo de nuestra casa común un lugar más fraterno y habitable.

Loable tarea la de ser “sal de la tierra y luz del mundo”. Me remite a la película documental que precisamente lleva por título La sal de la tierra (2014), filme del conocido director Wim Wenders quien, con la ayuda de Juliano Salgado, expone en la gran pantalla la obra fotográfica del brasileño Sebastião Salgado. Un largo itinerario vital que da cuenta de la diversidad de culturas; de los múltiples paisajes naturales con su respectiva flora y fauna; de la cercanía con los indígenas de los Andes y de la Tarahumara; de la convivencia con la fuerza moral de los campesinos sin tierra en el Nordeste de Brasil, el movimiento social de los trabajadores rurales sin tierra.

Sebastião Salgado es un artista y un explorador, que ha retratado no solo la belleza del mundo y la esperanza de varios grupos humanos, también es un testigo del dolor y el sufrimiento que provoca la violencia, la guerra, las hambrunas, el desplazamiento de refugiados, la desigualdad e injusticia en la que viven millones de personas en este mundo. De hecho, en una parte de la película documental, él mismo confiesa que en un momento de su vida, frente al mal que es capaz de provocar el ser humano, siente una profunda decepción de la especie humana: “Ya no creía en nada. No creía en la salvación de la especie humana. No podíamos sobrevivir así. No merecíamos vivir más”.

Sin embargo, Salgado no se queda en la constatación de la miseria humana, al documentar fotográficamente la desesperanza de tantos hombres y mujeres; el artista se conmueve con el dolor y sufrimiento, en medio de la devastación del planeta es capaz de encontrar en la dignidad, resistencia y esperanza de tantos, una alternativa para hacer de este mundo un mejor lugar para todas y todos. Después de muchos años regresa a su tierra, a la casa de sus padres y abuelos para volver a sembrar los campos abandonados por la deforestación y la sequía. Su largo recorrido vital, lo ha capacitado para apostar y creer en la capacidad transformadora que como humanos tenemos. De hecho, uno de sus últimos proyectos, Génesis, es un llamado a la responsabilidad que tenemos con la naturaleza de nuestro planeta.

Ambas metáforas e imágenes, “sal de la tierra y luz del mundo”, nos llevan a preguntarnos, desde el ámbito universitario, sobre nuestra misión como una obra confiada a la Compañía de Jesús: ¿Qué puede significar para la Ibero León ser “sal” y “luz” en la región del Bajío? Como comunidad hemos de dar respuestas a esta interrogante.

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